CUADERNO DE VIAJE
 VIAJES Y VIAJEROS
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VIAJE A SIRIA Y JORDANIA (cont.)
25.6.99
Nos levantamos a 6.00 y nos espera un día realmente duro.  Viajamos de Palmira a Damasco a través del desierto. Es increíble la cantidad de instalaciones militares que se ven, y pienso en el coste tan grande que ese despliegue supone para un país pobre como Siria. 

BOSRA
Seguimos con la paliza de autocar y después de visitar la ciudad natal del emperador Felipe el Árabe, Shahba,  pasamos a Bosra,. Aquí siguen habitadas las casas romanas construidas con lava, pero también hay un teatro romano excepcionalmente conservado, puesto que fue fortificado por los musulmanes, con lo que se contribuyó a su conservación. Están bien conservadas las calles con su calzada y aceras y otros edificios públicos están bastante visibles como las termas que todavía conservan parte de la cubierta. Comimos un bocata volando y al toque de corneta salimos para Jordania. Los trámites fronterizos son prolijos y a los taxistas sirios prácticamente les desmontan el coche, lo cual no resulta muy difícil porque están muy destartalados.

Conocemos al nuevo guía (Ziad permanecerá en la frontera esperando nuestra vuelta) que se llama Wasif.
Jordania es un país aparentemente muy diferente a Siria. Es un país pequeño pero mucho más rico. Se ven coches mas nuevos y carreteras en buen estado. También se ven mejores casas. Wasif nos da su ración de nacionalismo jordano y de adoctrinamiento político.

JERASHA
En seguida llegamos a Jerasa que es la última visita del día. Es otra increíble ciudad romana. Más completa e incluso que la propia Palmira. Tiene cerca de la entrada una enorme plaza oval totalmente pavimentada. Sobre ella se levanta inmenso templo dedicado a Zeus que parece que se acabara de desmoronar, puesto que los tambores de las columnas de que se encuentran caídos hacia delante como si fueran las fichas de un dominó. Tras él hay un teatro casi intacto, bellísimo por su constitución y por la piedra caliza con que está hecho. Las calles se prolongan kilómetros y hay todo tipo de edificios en ellas. Un odeón-teatro, el templo de Artemisa (precioso), varias basílicas cristianas adosadas entre sí, que comparten un nártex o entrada porticada común, un ninfeo (fuente ornamental) y un pequeño mercado exclusivo (sólo para patricios) con una fuente central. 
Me asombra que nunca hubiera oído hablar de Jerasa anteriormente, ya que se trata de una de las ciudades romanas en mejor estado de conservación que jamás haya visto. 

AMMAN
Hacemos noche en Amman, en el Middle East hotel, que no está mal. 

26.6.99
Escribo el diario y veo en la CNN que Israel ha bombardeado el norte del Líbano.  Espero que los sirios o lo jordanos no se mosqueen y podamos finalizar el viaje sin contratiempos. 

WADI RUM
A las 10:30 salimos ya todos juntos con destino al legendario Wadi Rum. El viaje dura unas 3 horas. 
Por aquí anduvo en sus tiempos Lawrence de Arabia, con toda su buena intención revolviendo a los beduinos para sacarlos de las garras de los turcos y arrojarlos en las de los británicos. Imagino que en tiempos de Lorenzo no había tantos chiringuitos como ahora. Antes de llegar a nuestro destino paramos en un lugar donde se divisa un monte al que llaman el de los siete pilares de la sabiduría, en honor al libro que escribió Lawrence. El monte tiene unas protuberancias que con mucha imaginación se puede pensar que son pilares.  De hecho se cuentan ocho, no siete. El octavo debe ser el que dice: ”no te fíes de los ingleses cuando acuden en tu ayuda”.

Llegados al centro de visitantes, la purrela de turistillas coge unos todo-terrenos viejos y destartalados para ir a ver la puesta de sol en el desierto rojo del Wadi Rum. Yo decido que mis riñones no pueden aguantar botes y me quedo para hacer una excursión por mi cuenta. Asciendo por la ladera y llego a lo que fue un templo  nabateo (Siglo I). Luego me entretengo viendo unas formaciones de piedra arenisca con vetas de petróleo. El paraje es en verdad muy hermoso y me siento a contemplar como la roca se va poniendo de un rojo cada vez más intenso conforme va descendiendo el sol. Después bajo del monte y me tomo un té al que me invitan unos jordanos y espero con ellos la vuelta de los expedicionarios.
Pili vuelve con el impuesto de arena que suele cobrarle a todos los desiertos.

Llegamos ya de noche a Petra y nos alojamos en el hotel Petra-Palace, un hotel bien majo.

27-6-99
PETRA
Tempranito nos vamos a ver Petra. Salimos andando del hotel porque la taquilla está cerca. Desde allí, se coge un caballo para recorrer los, aproximadamente, 800 metros  que separan la taquilla de la entrada al “Siq”, el famosísimo desfiladero de Petra. 

El Siq es una estrechísima grieta natural de un kilómetro y pico de longitud y un ancho que oscila entre dos y ocho metros. Tiene una altura que en algunos puntos alcanza el centenar de metros. Está hecho de blanda piedra arenisca que, por las sales que contiene, toma una colorido y unas irisaciones muy bellas. Tras el paseo en sombra rigurosa por el Siq y ver en él algunas representaciones y relieves nabateos, de pronto aparece la tumba del tesoro (El Kasneh), violentamente iluminada por el sol. Por muchas veces que se haya visto esta imagen en la televisión, y a pesar de los turistas y vendedores de recuerdos que pululan por delante del monumento, la visión es espectacular, sobrecoge y admira. La fachada se conserva muy bien debido a que está tallada en la roca y existe un saliente en la parte superior que la ha protegido del lavado prolongado que casi ha disuelto otras tumbas de Petra. El templo es del siglo I a.c. y es la tumba del rey Aretas III.

La verdad, es que bien mirado, no hay demasiados turistas. Una vez pasado el Tesoro y llegados a zonas más abiertas del valle donde se asienta la ciudad de Petra, nos encontramos bastante a nuestras anchas. Apenas se empieza a abrir el valle, giramos a la izquierda por un desfiladero empinado y nos dirigimos al “Lugar Alto” en la colina de Attuf. Allí existe un antiguo lugar de culto con dos obeliscos y un ara para sacrificios en el punto más alto. Todo ello probablemente date del siglo IV a.c., fecha del asentamiento del pueblo nabateo en la zona. La vista desde el “Lugar Alto” es magnífica y se puede apreciar y comprender toda la ciudad de Petra, sus templos, sus calles y las cerca de dos mil tumbas talladas en la roca viva. 

Descendemos por la cara sur de la colina de Attuf y vemos otra tumba importante, la del “soldado romano”, llamada así por los soldados romanos presentes en los nichos de la fachada de la tumba. Frente a la tumba está el triclinio, íntegramente tallado en la roca, donde se celebraba el banquete funerario. Muchas de las tumbas han sido usadas posteriormente para guardar el ganado, lo que ha dejado huella y olor. Alcanzada la base de la colina, el paisaje se abre de nuevo al valle central de Petra.

Caminamos por senderos polvorientos donde abundaban enormemente los restos de cerámica fina de época romana. Llegamos así al castillo de la reina del Faraón, según lo llaman los beduinos de la zona, aunque en realidad se trate de un templo nabateo del siglo I a.c. Es un templo un tanto extraño: altísimo y dividida la cella en tres partes, las dos de los lados con un piso (desaparecido) en la parte superior. Al conjunto se entra a través de un arco triunfal enormemente alto ( a ojo, entre 15 y 20 metros). Después del templo nos fuimos a comer a un chiringuito que hay cerca. Allí pasamos las horas de mas calor al fresco.  La verdad es que no pasamos demasiado calor en Petra (lo temíamos). Tras el descanso y la charla nos dirigimos a ver algunas “ruinas ruinosas”  (llámanse así aquellas ruinas de las que no queda mucho en pie). Entre ellas el templo de los leones alados, una basílica bizantina y los arranques de la muralla bizantina. Por esta zona también abundan los restos de cerámica y podemos observar los rastros de cómo los beduinos siguen las excavaciones por su cuenta, para vender lo expoliado a los turistas.

Cambiamos de dirección y bajamos la colina en dirección a la tumba de Sixto Fiorentino, un gobernador romano de Petra que se enamoró del lugar y se hizo enterrar en ella. Mientras se ponía el sol fuimos viendo las llamadas tumbas reales, acabando en la “tumba de la urna”, magnífica, con un espacio interior sorprendente, de aproximadamente 25x25 metros de lado, cubierta con un techo completamente horizontal, sin pilar intermedio que lo soporte, todo ello excavado directamente en la roca. En la parte delantera hay una plataforma porticada con una doble logia a cada lado. Para procurarse esta plataforma, tuvieron que construirla en parte, un poco a la manera de la acrópolis de Pérgamo. Al ponerse el sol, las tumbas reales toman un color rojo rabioso espectacular.  Finalmente acabamos la visita cuando ya no quedaba casi nadie y pudimos ver de nuevo al salir “El tesoro” con la luz del sol poniente.