DEIR-EZ-ZOR
Después de un largo camino
en el que el aire acondicionado "limitado "del autocar dejaba de funcionar
porque la arena atascaba los filtros, llegamos al hotel Mari en la ciudad
de Deir-Ez-Zor. Este hotel ha rivalizado seriamente con el de Hama por el
título de "peor hotel del viaje", que de momento gana holgadamente
y será propuesto en un futuro como hotel de tres estrellas más
guarro del mundo. Para vencer en este reputado galardón, cuenta con
una recepción cutre, habitaciones enormes y destartaladas, aire acondicionado
inoperante (pero ruidoso) y, lo que finalmente le da muchas posibilidades
para el título, unos cuartos de baño apestosos.
23.6.99
DURA EUROPOS
Salimos a las 6: 30 de la mañana
con la "fresca" (30º), para ver dos yacimientos arqueológicos:
Dura Europos y Mari. Dura Europos fue fundada por Seleuco Nicator, uno de
los generales que heredaron el imperio de Alejandro Magno en el siglo III
a. c. Es una ciudad fortificada en forma de U, cerrando la parte superior
de la U el río Éufrates. La verdad es que quedan pocos restos
aparte de la muralla, ya que las construcciones eran de adobe y desaparecieron
barridas por el viento. Sólo queda lo que el mismo viento ha tapado
con tierra, es decir, los arranques de los muros. Aquí se encontraron
las espléndidas pinturas de la sinagoga del siglo IV d.c. que se
trasladó posteriormente al museo de Damasco. (36ºC, según
el termómetro de Joaquín).
MARI
En Mari, el termómetro llegaba
a los 40 ºC, y eran apenas las 10 de la mañana. El grupejo de
turistas se juntaba en las sombras de los muros de tapial como las ovejas
bajo las encinas de Extremadura a las tres de la tarde de un 30 de julio
cualquiera. Mari es una ciudad con varias fundaciones en el 3º y el
2º milenio antes de Cristo. Bien situada entre otras ciudades parecidas,
fue disfrutando diversas épocas de auge y otras de guerras y al final
fue aniquilada en el siglo XVIII antes de Cristo por Hammurabi, el monarca
babilonio. Por aquí pasó Sargón de Acad y otros figuras,
floreciendo especialmente bajo el mandato de Zimri Lim. Puesto que Hammurabi
arrasó la ciudad, ésta quedó detenida en el tiempo,
como fotografiada. A diferencia de otras ciudades más antiguas como
Aleppo, no fue ocupada sino que fue abandonada con buena parte de sus tesoros.
Luego el tiempo y la arena del desierto la cubrieron, sus estatuas talladas,
sus decenas de miles de tablillas con escritura cuneiforme que describen
a la perfección el modo de vida, las leyes y las costumbres de estas
gentes. Imagino que hallazgos de este tipo tienen que ser el sueño
de cualquier arqueólogo. El problema es que in situ no quedan más
que algunas paredes de tapial y todas las estatuas (orantes con su nombre
escrito en la parte posterior del hombro), joyas y tablillas están
en Damasco, Londres y París. El esfuerzo de imaginación tiene
que ser grande, y con la sesera caliente por el calor es difícil
hacerse cargo de la situación. Una última mirada antes de
irse y se ve que sólo una pequeña parte de la ciudad ha sido
excavada. ¿Cuántas cosas quedarán enterradas todavía?
De vuelta en
Deir-Ez-Zor, paramos en un chiringuito al lado del Éufrates
(hay que ver qué mal combinan estas dos palabras: chiringuito
y Éufrates). En este sitio hay un puente colgante y los jovencitos
del lugar, se tiran al agua subiéndose a los tirantes del puente.
La cosa va entre los 20 y los 30 metros, o sea que no es moco de pavo.
Bueno, aquí se está fresquito y nos quedamos a que pasen
las horas de más calor. En este sitio pudimos observar la diferencia
del modo de vida occidental y el oriental. Un paisano con chilaba
comía mientras nosotros descansábamos. Tenía
un plato de cordero cubierto con pan ácimo (por si las moscas),
al lado tenía una pequeña botella de raki turco (una
especie de anís). A cada rato, vertia una buena cantidad de
licor en un vaso que descansaba en un lecho de hielo picado contenido
en un cuenco. Una vez frío se lo metía para adentro
de un trago. Luego un cigarro, se quitaba una sandalia, se rascaba
la pierna, metía la mano bajo el pan y sacaba un trozo de cordero,
otro trago, otro cigarro...Nosotros comimos, descansamos, cruzamos
y descruzamos el puente y cuando nos fuimos, el hombre estaba todavía
sacando carne de debajo del pan.
Tras otro tramo
de desierto, llegamos a Palmira. Esta vez el hotel esta bien, es el hotel
Villa Palmira.
24.6.99
PALMIRA
Después de desayunar nos
vamos a visitar el templo de Bel. El templo de Bel es inmenso, rodeado por
un espacio previo amurallado, el temmenos, que fue reforzado por
los árabes para convertirlo en fortaleza, lo que ha permitido que
se conserve hasta nuestros días. El templo propiamente dicho, tiene
una cella en la que se entra por el lado más ancho, estando
la entrada descentrada. Posiblemente en uno de los lados estaba el altar
de Bel en compañía de otros dos dioses menores (el sol y la
luna). En el otro extremo de la cella estaría la estatua del
dios a modo de paso de Semana Santa, ya que se sacaba en procesión.
Salimos de la cella
y rodeamos el templo que es soberbio. Algunos capiteles se dejaban
en bruto para ser forrados posteriormente con metal sobredorado. A
la salida del templo nos dirigimos por la calle columnada hasta un
arco que permite un cambio de dirección de 30 grados. Es un
arco de triunfo con dos caras equivalentes pero que se abren como
un abanico vistas en planta. En realidad se trata de un elemento arquitectónico
diseñado para permitir precisamente el cambio en la dirección
de la calle.
En el nuevo tramo de la columnata encontramos el teatro, asombrosamente
conservado. Aquí, como en otras partes de la visita nos persiguen
los vendedores de... cosas. Son incansables, nos rodean, nos asedian.
Al principio parece que no van a vender nada pero al cabo del rato
voy viendo a los colegas turistas disfrazados de Lawrence de Arabia.
Van y vienen en bicicleta, con lo que poco a poco van cambiando la
oferta de lo que venden. Comienzan con los pañuelos de beduino,
siguen con las postales, los pañuelos para mujer y acabar con
cojines o con cualquier otra cosa que les permita sacar unas monedas.
Después
de ver un par de templos más pequeños (Baal-Shamin y Nabu)
así como el ágora y los baños (muy bien conservados)
cogimos nuestro autocar para ver diversas tumbas palmirianas. Unos se hacían
construir torres "familiares" de cuatro y cinco pisos de altura, donde enterraban
cerca de 200 personas perfectamente clasificadas en estanterías.
Las tumbas torre están y siempre han estado a la vista por lo que
han sido terriblemente expoliadas. Las esculturas que cerraban los nichos
han sido robadas y vendidas. Aquellas que por su peso no se podían
llevar fueron decapitadas para llevarse sólo la cabeza. Menos mal
que hay unas cuantas tumbas subterráneas (hipogeos), de una sola
planta bajo rasante, divididas en tres naves perpendiculares entre sí.
En estas se pueden ver todavía las esculturas que cerraban los nichos,
algunos muy elaborados e incluso pinturas bastante desvanecidas.
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