CUADERNO DE VIAJE
 VIAJES Y VIAJEROS
Artículos  Clásicos  Diseño de viajes  Documentos  Viajeros  Principal 
-
 
VIAJE A SIRIA Y JORDANIA (cont.)
19.6.99 (cont.)
Nos fuimos a dormir a Hama, la ciudad de las Norias, a la ribera río Orontes. En esta ciudad y en sus alrededores existen varios acueductos por encima del nivel del río. De una manera ingeniosa utilizan la misma fuerza del río para subir el agua de nivel mediante las norias. Una vez el agua está sobre el acueducto se distribuye para su consumo. En la actualidad sólo funcionan algunas norias que son usadas solamente para regar. 
Nos hospedamos en el Tower hotel, el cual se caracteriza en primer lugar por ser el más sucio en el que habíamos estado hasta el momento, aunque con espléndidas vistas de las norias desde  el bar del piso 11.

Fuimos a cenar al lado de una de las norias, después de pasear un rato por un dédalo de callejuelas de la ciudad vieja. Pasamos un buen rato al aire libre comiendo los consabidos platos: Hommos (puré de garbanzos con pasta de sésamo), Muttabha (puré de berenjenas con sésamo y yogur), una especie de pipirrana con un toque picante y el bocata de pan de pita correspondiente con cordero en su interior.
 

20.6.99
HAMA
Acabamos de fotografiar las norias por la mañana y marchamos hacia Qars Ibn Wardan, donde hay unas ruinas de un puesto militar bizantino. Antes de llegar, paramos en un pueblo donde los habitantes se construyen chozas de barro de forma cónica que utilizan como vivienda. Estás chozas están realizadas con barro amasado con paja, introduciendo a diversas alturas piedras salientes para dar mayor consistencia a la construcción. Dos o tres de estos conos constituyen la vivienda, que por su construcción es muy adecuada al clima. Sin embargo, modernamente, se están construyendo nuevas viviendas con bloques de hormigón y tejado de chapa metálica. Aparte de la fealdad de estas construcciones, hay que destacar que son verdaderos hornos. Dentro de las chozas que pudimos visitar (con la correspondiente propinilla a los chiquillos que inmediatamente fue requisada por la abuela), había televisión y el omnipresente retrato del presidente Assad.

Después de un rato de ¡Sura, sura! de los niños del poblado, subimos al autobús y nos dirigimos a nuestro destino principal. Cuando nos vieron llegar con el autocar, salió un sirio en un ciclomotor, corriendo a todo correr, a  franquearnos la entrada. Es una edificación bizantina del siglo sexto, con dos plantas. Está bastante restaurada. Está edificada con un opus mixtum,  alternando 4 ó 5  hiladas de piedra basáltica cortada cuadrada, y ladrillo de gran tamaño del tipo romano. Esta fortificación por donde al parecer anduvo el conde Belisario, servía de puesto avanzado frente al imperio persa y a los árabes durante la dominación bizantina del territorio sirio en época de Justiniano. La iglesia del complejo recuerda en su disposición a la de santa Sofía de Constantinopla, con un doble nivel o tribuna, cubierto el espacio por una cúpula, de la cual no queda en la actualidad nada más que los arranques. De vuelta, pasamos por un museo de mosaicos que francamente puede ser evitado. En general, con contadas excepciones, los mosaicos que pudimos ver en Siria no son de la calidad de los tunecinos ni de los romanos. Este museo ocupa un antiguo caravasar, habilitado precariamente como museo.

LAS CIUDADES MUERTAS
Hacía mucho calor, y aún que todavía era temprano decidimos comer en un bar delante del museo de los mosaicos. Teníamos programado hacer una marcha corta entre dos de las ciudades muertas : Sergilla y Bara. El calor era sofocante así que pensamos ir con el autobús. Fuimos primero a Sergilla, que se encuentra en un páramo rocoso con pequeñas zonas cultivables. Estas ciudades muertas datan también del período bizantino y  están construidas a su manera, con grandes bloques de piedra y capiteles que se apartan ya bastante del viejo modelo helenístico.

Bara se asienta en medio de olivares y cerezos, estando las ruinas semiocultas  por los árboles. Nos teníamos que subir a los muros derruidos para poder ver por donde seguir o adonde encaminarnos. 
Hay dos pirámides para enterramientos. De éstas, una casi completa y la otra truncada. En el interior hay varios sarcófagos de piedra bizantinos que recuerdan a los que habíamos visto anteriormente Hierápolis cerca de Pamukkale en Turquía. De vuelta al autocar nos atiborramos de cerezas ya que los árboles estaban repletos.

Llegamos a Aleppo de noche, directamente al hotel Pullman Al Shaba, de cuatro estrellas. No está mal aunque lejos del centro. Cenamos en el barrio armenio, variando de esta manera un poco nuestra dieta que empezaba a ser un poco reiterativa.

21.6.99
¡LA BACTERIA ATACA ! Pili , mi mujer, se pone mala y está vomitando desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. No tolera nada, ni siquiera líquidos. Al final parece que la Coca-Cola local (de marca desconocida) consigue aplacarla. A estas alturas, Pili está muy cansada y prefiere dormir. En definitiva, día de sueño, CNN y Coca-Cola Siria.

22.6.99
ALEPPO
Pili se ha levantado mejor. Nos vamos al zoco, el más auténtico que hayamos visto nunca. Compramos los frutos secos, vemos la gran mezquita, o mejor dicho el patio de las abluciones, ya que la mezquita se encuentra en obras y tiene poco que ver. Es también interesante (por auténtica) el minarete de la mezquita. Después de este primer contacto con el zoco, nos tenemos que marchar porque hemos quedado a las 11.00 en el hotel con el resto del grupo que se ha ido a ver las ruinas de San Simeón el estilita.

Volvemos al zoco y esta vez entramos más a fondo. Pili compra unos cojines y un par de collares de plata. Son algo pesados en la zona de las telas, pero incomparablemente menos que en Túnez, en Turquía o en Egipto. Fuera de esta zona apenas merecemos algunas miradas curiosas. El resto del zoco, incluyendo las joyas es muy tranquilo en cuanto al turista se refiere, pero muy bullicioso. Por las estrechas callejuelas cubiertas pasan multitud de gentes con trajes de todo tipo, nómadas del desierto, chiítas, armenios, gitanos..., todos vestidos con ropas diferentes, algunas preciosas. Apenas si pasa gente y sin embargo de pronto te encuentras con alguien subido en un borrico (hay muchos) cargado de piezas de tela, una moto, o, incluso, una pequeña furgoneta. Lo malo es que mientras las furgonetas y las motos se oyen, los burros no, sólo las voces del "jinete ", que como las dice en árabe, no se entienden, y de golpe y porrazo te encuentras la cabeza de un burro a tu lado y tienes que saltar a un lado para qué no te atropelle. Después de comer otro puñetero kebab, de pollo esta vez (y bueno) al lado del Jan de los artesanos, partimos de nuevo en el bus.

La lista de caídos afiliados a cagarrinas sin fronteras es interminable: Pili, Pedro, Mari Tere, Joaquín, Nieves, Pilar, Montse, Teresa, ...De vez en cuando hay que parar para que alguien vomite.

Tras unas horas atravesando el desierto, llegamos a Rasafa. Es una ciudad fortificada, formando un cuadrado de unos 300 por 400 metros, abandonada hace ya unos cuantos siglos. Todavía con la muralla visible en su totalidad. Llegar a Rasafa, es ya todo un espectáculo, porque se levanta en medio de la nada, en una planicie absolutamente desierta, sin agua ni prácticamente vegetación. Esta construida con una piedra parecida al alabastro (un yeso endurecido), que hoy aparece mate por estar incrustada por la arena del desierto, pero que en su momento debía reflejar la luz del sol como un auténtico espejo. En sus tiempos de gloria fue llamada la ciudad de cristal. Paseamos por la ciudad en completa soledad, hasta que aparece un presuroso beduino para cobrarnos la entrada.
Esta ciudad aparece ya citada en la Biblia, y resulta un sitio mágico e inquietante (sobre todo si no tienes ganas de ir de vientre). Otra agradable sorpresa siria.