CUADERNO DE VIAJE
 VIAJES Y VIAJEROS
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VIAJE A SIRIA Y JORDANIA (cont.)
18.6.99
MAALOULA
Maaloula, en las montañas, es una población cristiana ortodoxa donde todavía hoy se habla arameo. El lenguaje se transmite oralmente y no se enseña con textos escritos. Es la lengua en la que Cristo predicó. Hay dos pequeños monasterios en Maaloula: uno de monjes (S. Sergio y S. Baco) y otro de monjas (santa Tecla). Los dos primeros, al parecer eran oficiales romanos que se convirtieron al cristianismo por lo que fueron perseguidos y Martirizados. Uno (creo que fue Baco) debería ser declarado patrón de los senderistas ya que le clavaron unas sandalias a los pies y le obligaron a caminar largo rato antes de matarlo, En este monasterio hay un fraile muy simpático que, sonriente, reza un padrenuestro en arameo (que para nosotros suena como el árabe) y luego vende cassettes de música sacra, vino dulce y otros souvenirs. En el monte de santa Tecla unas monjas un tanto siniestras guardan la cueva donde estuvo retirada la santa. Hay un pequeño oratorio donde te ungen con óleo bendito. La ciudad tiene además una garganta o desfiladero estrecho por donde el agua pasa. Allí hay enterramientos antiguos. La ciudad es propiamente un oasis de montaña.

Más tarde llegamos a Crak de los caballeros. Se trata de una fortaleza de los cruzados realmente impresionante. Capaz de albergar hasta cuatro mil soldados, seguramente sea la fortaleza más grande e imponente que jamás haya visto. Su situación es además privilegiada, sobre un monte que domina uno de los pasos de las caravanas hacia el mediterráneo. Las vistas son espectaculares sobre una zona bien fértil del país. El castillo es realmente muy sólido. El recinto interior está aislado del exterior mediante un foso. Se pueden ver muchas de las dependencias, las caballerizas, la gran cocina con un horno de cuatro metros de diámetro, las salas de reunión, los comedores, las letrinas, la iglesia, que se convertirá posteriormente en mezquita. La sensación que se tiene es la de que no eran precisamente queridos en la zona puesto que no podían contar con ningún apoyo exterior debían tener todo necesario en el interior del castillo. Estando en la parte exterior, en las almenas, se me voló el sombrero de paja que me compré en la plaza mayor de Madrid. Tuve que salir del castillo y rodearlo y al final lo recuperé. Como alguien dijo: no hay cosa más ridícula que un hombre persiguiendo su sombrero.

Saliendo del castillo comimos en un restaurante con una posición privilegiada. La comida pésima, pero descansamos e hicimos algo de tiempo para qué pasara la hora más calor del día. Después de una siesta larga y un rato en autobús, llegamos a las ruinas fenicias de Amrit. Allí pudimos ver, rodeados de cañones del ejército sirio, tres tumbas torres monolíticas. Como muchos otros sitios de este país produce una sensación de estar visitando un lugar mítico, más de dioses que de hombres. También encontramos un extraño templo metido en un lago cuadrado, porticado dedicado a Merkala, el equivalente fenicio de Hércules, con influencias egipcias y persas. Dormimos en Latakia.

19.6.99 
LATAKIA
Lo primero que hemos visto ha sido Ugarit, otro lugar mítico. Aquí se encontró el primer alfabeto de la humanidad, en caracteres cuneiformes. El asentamiento es del tercer milenio antes de Cristo y se han encontrado vestigios de que el lugar estuvo habitado desde el 7500 antes de Cristo. El sitio es impresionante, tiene una puerta situada en un plano inclinado hacia atrás realizada con piedras en avance y un recorrido horizontal en codo, precursor de las entradas a las fortificaciones posteriores, sobre todo sarracenas. Vimos el palacio real, la acrópolis y entramos en dos enterramientos realizados con falsas bóvedas. El ambiente sigue siendo cautivador. Al final de la visita estuvimos hablando con un arquitecto francés que estaba levantando los planos de una vivienda con una tumba de algún notable de la ciudad. Formaba parte de una misión arqueológica francesa.

Desde ahí nos encaminamos al castillo de Saladino. Llegamos a un promontorio desde donde se dominaba el castillo y desde allí descendimos caminando a un valle profundo, entre árboles, para después subir una cuesta de mil demonios con un calor sofocante. Llegamos arriba sudando, pero de nuevo mereció la pena. Se entra al castillo por un cortado (literal, ya que es artificial). En el interior pudimos ver de nuevo la arquitectura gótica militar de los cruzados mezclada con la posterior de los musulmanes. Lo especial de esta fortaleza, aparte de su tamaño (enorme) es su ubicación, ocupando la cresta de un monte. Es parecida a la de la Alhambra, sólo que no hay ciudad y todo el conjunto está inmerso en un paisaje boscoso.

Como no habíamos sudado bastante en la llegada al castillo, decidimos deshacer el camino también andando. Subimos charlando y llegamos  al restaurante como estaba previsto, o sea, sudando como pollos. Comimos, (fatal) los sempiternos sandwiches de pollo o cordero, algo de lo robado en el bufett del desayuno y sandía. 

Después de otra oportuna y larga siesta, entramos en el valle del Orontes (el río rebelde, porque fluye de sur a norte, al contrario que todos los demás ríos del país). Entramos en un valle muy fértil cerca del mar. La fertilidad se pone en valor en un país asediado por el desierto.

APAMEA
Llegamos a Apamea la ciudad romana. Que decir, alucinante. El cardo de la ciudad mide cerca de dos kilómetros de longitud y está totalmente flanqueado por columnas. Además se estaba poniendo sol y las ruinas están entre campos de cereales recién segados. El conjunto tomó un color dorado que hacía el paraje aún mas bello. La visita la realizamos solos. Es una ciudad enorme  que se abandono y no fue repoblada. Algunos terremotos posteriores hicieron que las columnas se cayeran. El polvo y la arena la cubrieron. En toda la visita nos siguieron un grupo de sirios, intentando vendernos antigüedades falsas como si fueran buenas. Puesto que no las comprábamos acabaron vendiéndonos antigüedades falsas como si fueran falsas. Saliendo de Apamea subimos a la aldea vecina: Qsar Al Madik. Es una colina fortificada en cuyo interior hay un pueblo habitado. Las laderas sobre las que se asienta son muy empinadas,  pero la chavalería de apenas seis años se mueve por ella con gran soltura. A veces llevan de la mano a niños de tan sólo cuatro años por pendientes imposibles. Lo que diferencia este pueblo de otros amurallados, haciéndolo singular, es que todo el pueblo se encuentra dentro de las murallas. De esta manera sigue manteniendo la imagen de ciudad fortificada en medio del campo. Esta imagen no es tan nítida en aquellos pueblos y ciudades que han crecido y creado barrios fuera de los muros.

En las murallas de la aldea están incrustados gran cantidad de tambores de columnas, trozos de arquitrabe y otros restos romanos. Los chavales son guapos, muchos de ellos rubios con ojos de un verde extraño para nosotros y nos siguen a todas partes queriendo que les fotografiemos: ¡sura,sura ! (foto,foto). También nos siguen los mismos vendedores de antigüedades que encontramos en Apamea que seguían bajando progresivamente los precios.