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FIN DE AÑO EN EL PAÍS DOGÓN

Texto y fotos:  
Agustín Merchante  
Blanca Otero  


Desde Bandiagará una pista de 38 kms, en no muy buen estado, nos lleva a Sanga. Continuamos unos dos kilómetros más en coche hasta Bongo, en el filo del cortado, dejamos los 4 x 4 y acompañados por nuestro guía y otro local, además de numerosa chiquillería, comenzamos a descender la falla. El camino muy empinado, con algunos tramos de peldaños tallados para facilitar su descenso, se introduce en una estrecha canal de altas paredes. Con cierta frecuencia nos cruzamos con lugareños que utilizan esta senda habitualmente y que transportan sobre sus cabezas grandes bultos.

Panorámica de Banani

Banani se extiende desde el pie de la escarpadura hasta el valle. Viéndolo mientras bajamos, sus casas y graneros se confunden con la pared rocosa. Pasamos por delante de la toguna, casa de la palabra, de techo muy bajo de cañas de mijo sostenida sobre ocho pilares de madera, a menudo labrados, donde sólo se reúnen los hombres para tratar de cualquier asunto que ataña a la comunidad. Las mujeres cuando tienen el ciclo menstrual deben recluirse en la casa de las mujeres porque son consideradas impuras. Como los dogón son polígamos siempre tienen alguna mujer con ellos, mientras que a las mujeres esos días de reclusión les sirven de descanso, ya que sobre ellas recae la mayor parte del trabajo agrícola, además de cuidar de los hijos, ir por agua, moler el mijo....

Los coches nos están esperando al lado del bar-restaurante de un pequeño campamento donde nos han encargado la comida: espagueti, arroz, cuscús y pollo pero tardan más de dos horas en traerla con lo que perdemos un tiempo precioso. Esta tarde se tenía que hacer parte del trekking, sin embargo, debido a esta tardanza, no podremos hacer lo que estaba previsto. Se empiezan a barajar opciones para modificar el plan y al final se decide que mañana se haga el trekking completo (lo de los dos días en uno).

Continuamos el viaje en coche por una pista. Intentamos tomar un atajo pero son ya las cuatro de la tarde, hay dunas y por temor a quedarnos pillados y que se nos haga de noche, retrocedemos hasta Bandiagará para luego continuar por otra pista hasta Duru.

El campamento de Duru, al que llegamos ya anochecido, es muy sencillo pero dispone de un pequeño generador que ilumina un par de estancias. Montamos las tiendas en la terraza superior del edificio del campamento sin clavar clavos; unas colchonetas y nuestro peso evitará que se muevan. Cenamos unos espagueti con salsa y un poco de pollo que ha sido sacrificado unos minutos antes por el dueño del campamento. La temperatura es muy grata y sopla una ligera y fresca brisa. En estos parajes aislados carentes de luz eléctrica y, por lo tanto, sin contaminación lumínica, la visión de la bóveda celeste, cuajada de estrellas, es magnífica y resulta realmente agradable sentarse un buen rato tratando de identificarlas.

Después del desayuno a base de pan, quesitos, mermelada, café instantáneo con leche en polvo y té, se presenta el guía dogón para el trekking, Abdulai, un joven alto de grandes y rápidas zancadas, y comenzamos a caminar tras él sin más carga que la máquina de fotos y el agua, ya que donde dormiremos esta noche estarán los coches

Mujeres regando con calabazas

Al principio pasamos por terrenos de labor. La mayoría son cultivos de cebollas donde hombres y mujeres se afanan, unos regando con calabazas que previamente han llenado en el río o en los pozos, y otros arrancando las malas hierbas. Más adelante aparece la roca arenisca desnuda muy erosionada formando corredores, algunos inundados por el agua de las lluvias estacionales que, según nos informa Abdulai, suelen durar toda la temporada seca.

Vamos caminando por lo alto de la Falla de Bandiagará y una suave brisa impide que pasemos calor. Debajo, en la llanura, se ven algunas dunas y una raquítica vegetación arbustiva: el sahel, la franja intermedia entre el desierto y la sabana. En un punto muy alto de la escarpadura se encuentran las construcciones de los antiguos habitantes de la falla, los tellem (hombrecillos rojos), pigmeos que vivían de la caza y que los dogón, alrededor del siglo XIV, desplazaron. Viendo donde están colgadas las casas no es extraño que la tradición oral dogón diga que los tellem podían volar; aunque la verdad, más prosaica, es que accedían a sus casas por medio de cuerdas y marañas de vegetación.

Cazador dogón


Al entrar a Benimato, donde debiéramos haber dormido anoche, nos presentan al cazador del poblado. Le damos algo de dinero y dispara su fusil que suena como un cañonazo. Debe ser parecido a los que usaban los pioneros en el oeste americano en la época de Daniel Boone. El percutor tiene un pedernal que al golpear contra el acero produce la chispa que incendia la pólvora que hace de fulminante y a su vez produce la explosión de la pólvora comprimida en el cañón. En la aldea vemos su cabaña facilmente reconocible porque en el exterior están colgados de unas cuerdas unos reptiles y numerosos cráneos, sobre todo de monos, incrustados en la pared de adobe.

Ventana de una casa dogón

Las casas unifamiliares dogón se componen de unas habitaciones rectangulares de techo plano, distribuidas en torno a un pequeño patio donde se muele el mijo y se cocina. El fuego para cocinar lohacen en un rincón bajo un soporte de metal o cemento y según se van consumiendo los palos encendidos los van empujando hacia dentro, eso sí, con las manos porque si se hace con los pies se puede provocar un gran maleficio. Las puertas y ventanas son de madera talladas con figuras humanas, animales u objetos cotidianos. Los graneros son de planta circular o cuadrangular, rematados por un techo cónico a base de pajas trenzadas, divididos en 8 departamentos donde se guardan por separado las pertenencias de los hombres y de las mujeres.

Pasamos al lado de la mezquita y de una pequeña iglesia, ambas de adobe. Nos comentan que en esta aldea tienen definidos tres barrios: el musulmán, el cristiano y el animista y que viven sin mayor problema. Si esto es cierto es un verdadero modelo de convivencia religiosa.

Desde Benimato bajamos de nuevo la falla de Bandiagará por un sendero más suave y menos impresionante que el de ayer. El camino hasta Endé, ya a los pies de la falla, es arenoso y cálido. Aquí nos están esperando los coches con bebidas frías y la comida encargada: cuscús, arroz y espagueti con salsa y algo de carne de buey.

Hasta Telly queda una hora más de camino que transcurre bordeando campos de cultivo de mijo, ya cosechado en esta época, y al lado de algún gigantesco baobab. Se ven bonitos parajes e impresionantes derrumbes de paredones de la falla, que discurre a nuestra derecha, que han sembrado de monumentales cascotes algunos tramos de pendiente. También se pasa por pequeñas aldeas donde es facil observar a los aldeanos dedicados a sus tareas cotidianas.

Mujer dogón limpiando grano

La impresión que produce Telly al acercarse es encantadora: de la pared sale una visera debajo de la cual están las antiguas construcciones dogón, que ocupan una amplia faja, y a los pies el pueblo actual.

Telly

El alojamiento para esta noche es bastante básico con retrete de agujero y una ducha, que algunos “distraídamente” utilizan también como retrete, a base de cubos de agua. Se puede dormir en tienda en la terraza o en las sencillas habitaciones de suelo de tierra, situadas a ambos lados del patio, compuestas por un catre de cañizo, una colchoneta y una mosquitera. Como no hace calor nos decidimos por la habitación.

Mezquita de Telly

Antes de que se ponga el sol damos un paseo por el pueblo para ver la mezquita de adobe y a las gentes desarrollando sus actividades habituales: mujeres cocinando, lavando, hilando.., hombres trabajando en telares y los chicos vendiendo artesanía. ¡Lástima que no les guste que se les fotografíe! Gratis, se entiende.

Cuando estamos todo el grupo reunido comienza a correr la cerveza y los refrescos. Como no hay corriente eléctrica nos traen unos faroles de petróleo y encendemos algunas velas y linternas.

Luego, ¡sorpresa!, el guía había encargado un cordero y por lo que parece lo han asado dándole vueltas en el espetón porque nos lo han traído entero, sin cabeza, y relleno de cebollitas. Para acompañarlo los consabidos espagueti, arroz y cuscús con salsa de tomate. Como final el turrón que hemos traído.

Una orquesta de tambores y guitarra nos anima la velada y pronto nos vemos rodeados de niños, mujeres y jóvenes del pueblo que han venido al reclamo de la música. A las mujeres jóvenes de la aldea se las convence para bailar y cuando se animan sucede algo mágico: al ritmo de sus ancestrales tambores, sus cuerpos se mueven interpretando las danzas tribales; hay, incluso, alguna que lo hace llevando el niño dormido sujeto a la espalda. Bailan por grupos de dos o tres mujeres y a veces se les une algún hombre. Entre el cielo tan maravillosamente estrellado, el sonido de los tambores, la gente bailando a la luz de las linternas, que parecen reflectores iluminando una escena, el espectáculo es cautivador.

Aproximadamente a las 12 de la noche hora española, 11 maliense, despedimos el año y damos la bienvenida al 2006 tomándonos las uvas de lata al son de las campanadas que tocamos en una botella. A las 12 de aquí nos vamos a dormir.

Al día siguiente después del desayuno, café o té con unos buñuelos típicos, continuamos la visita de Telly. Subimos andando hasta el inicio de la faja para observar de cerca las construcciones antiguas de los tellem que han sido utilizadas como sepulturas por los dogón, los graneros, la casa del hogón y el lugar de la circuncisión.

El hogón es algo así como el jefe y sacerdote de los dogón. Conserva la tradición oral, está liberado de trabajos físicos -sus tierras las cultivan los hombres de la comunidad- vive apartado del mundo y todos los días una joven virgen le sube la comida. Alguna de estas características de su trabajo no debe ser muy atractiva para ellos porque en la actualidad el cargo está libre.

Graneros en Telly

La fiesta más características de los dogón es el Sigui, relacionada con la transmisión de la lengua secreta que usan los miembros de la sociedad de las máscaras. Son 10 días de fiesta y tiene lugar cada 60 años. Cada aldea importante organiza su propio Sigui que no tiene por qué coincidir. Tres meses antes se empieza la talla de una enorme máscara de madera, plana y alargada que representa al antepasado y comienza el proceso de iniciación de los jóvenes adolescentes que conservarán la transmisión de los ritos religiosos y el conocimiento de la lengua secreta. El último tuvo lugar en 1967. Las máscaras también se utilizan en el festival de la siembra y en las ceremonias funerarias.

Pinturas en Sanga

Pasado Bandiagará camino de Mopti nos desviamos de la carretera general 5 kms a Songa. Se nota que es un pueblo muy visitado por los turistas porque nada más bajar del coche decenas de niños nos piden cualquier cosa. Hay que pagar por visitar el pueblo y lo más interesante es la cueva donde hacen la circuncisión que tiene pinturas representando símbolos, seres mitológicos y bocetos de animales en rojo, blanco y negro. En este santuario cada 3 años tiene lugar la circuncisión de los niños de entre 10 y 12 años de las distintas aldeas de la región.

Según las creencias de los dogón los recién nacidos poseen el embrión de dos almas y dos sexos; el hombre tiene su parte femenina situada en el prepucio y la masculinidad de la mujer está en el clítoris. Con la circuncisión y la escisión, hombre y mujer se convierten en adultos e iniciados. Por lo que nos dicen, la ablación del clítoris está prohibida pero se sigue practicando bajo cuerda. En una oquedad de la misma cueva se custodian unos instrumentos musicales que son utilizados por los niños iniciados tras la circuncisión.

Salimos de Songa hacia Mopti y demás ciudades de Malí con nostalgia del país dogón. ¿Será un buen momento para volver en el Sigui del 2027 o para algunos se nos habrá hecho un poco tarde?

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Para saber más:


Ikuska, enciclopedia de viajes
http://www.ikuska.com/Africa/Paises/Mali.htm

Mapas:
http://www.ikuska.com/Africa/Paises/Mali.htm

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