NEWCASTLE

Publicado: 31 - X - 2019
El río Tyne
se desliza silencioso hacia el este camino del mar del Norte. Numerosos
puentes unen sus dos orillas, conectando las ciudades de Newcastle
y Gateshead en una suerte de conurbación que funciona al
unísono, de modo que el río es más punto de
encuentro que frontera insalvable. Quizá todo empezase en
el siglo II, cuando unos ingenieros romanos diseñaron un
puente para conectar las guarniciones de la orilla norte con los
acuartelamientos y ciudades del sur. El puente, y el fuerte que
lo guardaba, fueron conocidos en el Imperio Romano como Pons
Aelius, en homenaje al nombre familiar del emperador Adriano.
En la actualidad un colorido puente coronado por un pequeño
faro, el Swing Bridge, se apoya en unas estructuras medievales que,
a su vez reutilizan los pilares del puente romano. Bien podemos
decir que ahí, bajo el Swing Bridge, se encuentra una parte
de los orígenes de Newcastle. La otra parte está en
los sótanos del castillo, una construcción normanda
de 1080, que fue levantado con los restos de la fortaleza romana.
En el siglo XI los
normandos establecieron un sistema de plazas fuertes en el norte
de Inglaterra, y el castillo del Tyne era un punto estratégico.
En principio Robert Courthouse, hermano de Guillermo el Conquistador,
hizo levantar una simple torre de madera, llamando al sitio Novum
Castellum, pero pocos años después fue reemplazada
por una estructura de piedra. En su sótano construyeron una
capilla que constituye una muestra muy interesante del primer arte
normando: arcos dentados, una pequeña bóveda de crucería,
capiteles lisos, ausencia de figuras, decoración esquemática.
De la fortaleza y la ciudad amurallada solo queda la torre del homenaje
con la capilla en su interior. Desde sus almenas se otea el paso
sobre el Tyne, y más al sur la campiña, ahora ocupada
por Gateshead.
El New Castle medieval se convirtió, con el paso de los
siglos, en un centro minero e industrial, monopolizando durante
años el comercio y transporte del carbón en Northumbria.
Se caracterizaba por un urbanismo gris y deslavazado donde el río
era poco más que una vía para barcazas cargadas de
carbón y un sumidero de residuos.
Desde finales del
siglo XX, con la disminución de la industria pesada, Newcastle
sufre una transformación que la ha convertido en una de las
ciudades más atractivas del norte de Inglaterra. Podríamos
decir que se ha abierto al río. El Tyne ha ganado protagonismo
y sus orillas albergan los grandes emblemas arquitectónicos
de la ciudad, como si sus habitantes tratasen de reencontrarse con
el origen, con aquel Pons Aelius que los romanos levantaron
sobre un cauce de aguas oscuras en la tierra brumosa de scotos y
pictos.
El Swing Bridge, modesto
y coqueto, brilla al sol entre sus gigantescos vecinos, el Tyne
Bridge al este y el High Level Bridge al oeste. El panorama desde
su plataforma es el de un continuo pasar de puentes, a cual más
fornido y esbelto; unos de ladrillo, otros de hierro, algunos grises
como el cielo invernal, otros de colores brillantes. Se diría
que los arquitectos hubieran tratado de aportar un toque de luz
sobre el rio al que toda la ciudad se asoma. Y para rematar los
lazos de metal, en el año 2000 se tensó un gran arco
sobre el río con una curva que apunta al firmamento, el Gateshead
Milenium Bridge, de los arquitectos Wilkinson Eyre y Gifford. Este
modernísimo puente peatonal une los enclaves culturales de
las dos urbes, y cuando la ocasión lo requiere se inclina
cortésmente para dejar que pasen los barcos bajo él.
Unos gatos hidráulicos (tres en cada extremo) lo giran 40º
sobre un eje perpendicular al río.
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El pequeño
Swing bridge; al fondo el castillo |
Tyne bridge;
en segundo plano el SAGE |
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El High Level
bridge asoma sobre el Swing |
El Puente del Milenio; a la derecha Newcastle |
Los
Quays (muelles) de ambas orillas han sido convertidos en espacios
peatonales, expositivos y de diseño. La orilla norte, la
de Newcastle, cuenta incluso con una “mini playa” al
pie de un obelisco funerario de 1891. En la orilla sur se ha optado
por la arquitectura de diseño: el BALTIC Centre for Contemporary
Art reutiliza un viejo molino harinero al pie del Milenium Bridge,
y el sorprendente auditorio Sage, a dos centenares de metros del
anterior, emula una estructura de concha firmada por el estudio
Foster and Partners. Magníficos ambos, asoman orgullosos
sobre el nivel de las riberas captando la mirada de paseantes, turistas
y de todo aquel que se acerca al río por una u otra razón.
Edificios y puentes se elevan en el horizonte del Tyne destacando
sobre manzanas de aire victoriano y sobre los parques que sustituyen
a los viejos almacenes de los muelles.
Existe un mirador
peculiar para toda esta arquitectura de diseño casi futurista,
la planta alta del BALTIC, donde muchos vecinos, sabios disfrutadores
de la imagen moderna de Gateshead y Newcastle, se reúnen
a pintar, escribir, o solo mirar, alentados por la perspectiva que
proporciona una gran cristalera.
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El BALTIC
enmarcado en el puente del Milenio |
El mirador
del BALTIC |
Entre el río
y el “downtown” de Newcastle, un centro que se remonta
a no más atrás del siglo XVIII, hay una sucesión
de vías de tren, carreteras elevadas y túneles que
hurtan al paseante parte del ánimo cargado en los Quays.
Pero el sentimiento de desamparo dura poco, lo que se tarda en subir
a la colina donde se aloja uno de los personajes más conocidos
de la ciudad, el conde Charles Grey II, o Earl Grey para los amantes
del té. Primer ministro británico de 1830 a 1834,
fue autor de la reforma en el sistema político del Reino
Unido que abrió camino a la era victoriana. Por su labor
legislativa es recordado en la plaza central de Newcastle con una
estatua sobre una columna de estilo dórico de 40 m. de altura.
Además, se le atribuye ser el inventor de la variedad de
té con bergamota que lleva su título y apellido.

Esta
plaza es el lugar más aristocrático de Newcastle,
y desde ella parten unas cuantas avenidas donde se sitúa
la vida comercial. También es sede de una tradición
cívica británica, el debate público y la crítica
a los políticos de turno en plena calle. En 2017, al inicio
de las negociaciones del Brexit, una protesta contra la austeridad
del gobierno de Theresa May contrastaba su abigarramiento algo provinciano
con la formal fachada del pub Charles Grey.
Una de las avenidas
que parten de Grey’s Monument, Blackett Street, se adentra
en los bajos de un centro comercial para salir, al otro lado, junto
al barrio chino. Su calle de entrada, Gallowgate, recibe al visitante
con una gigantesca puerta de estilo oriental.
Otra
avenida, Grey Street desciende camino del río acompañada
de restaurantes y pubs de moda, pero en su camino deja al paseante
la oportunidad de adentrarse en la vecina catedral de San Nicolas,
un edificio de gótico ingles construido en 1350, y en el
cercano castillo normando del que hemos hablado al principio.
Grainger Street es
la calle comercial por excelencia, y corazón del barrio central,
el Grainger Town, que recibe su nombre del constructor que desarrolló
el barrio en la primera mitad del siglo XIX, Richard Grainger. Allí
se sitúa el teatro y los mejores edificios clasicistas y
georgianos. En el interior de unas de sus manzanas está el
Grainger Market, un mercado tradicional remozado con gusto y donde
es posible comprar productos frescos, cakes y panes de
diversos tipos, bebidas espirituosas, especialidades de varios países
y hasta tomar un café o un té al ritmo pausado que
marcan sus tenderos y sus clientes. Un lugar encantador en el que
hacer la compra del día o pasear entre tiendas muy bien puestas
pueden ser actividades gratificantes.
Newcastle es un centro
universitario que compite con la histórica Durham por atraer
estudiantes a sus facultades, pero el principal atractivo cultural
para muchos visitantes es el Great North Museum Hancock, el museo
de historia que alberga una colección de hallazgos del muro
de Adriano y una estupenda maqueta de todo él. Aquí,
en el extremo este de Gran Bretaña, comenzaba, o terminaba
según se mire, la gran muralla romana que cerraba el paso
a los pueblos del norte, y dos asentamientos fortificados en el
entorno de Newcastle dan buena cuenta de ello, Segedunum y Arbeia.
Segedunum tiene un excelente museo en torno a un parque arqueológico,
y en Arbeia se ha recreado una puerta de la muralla y parte de la
fortificación romana.
Newcastle tiene ya muy poco de castillo fortificado y mucho de nuevo.
Sus ciudadanos han sabido transformar la localidad y crear en ella
un bello rincón de arte y arquitectura en el confín
de Inglaterra, pero sin olvidar la gran obra de ingeniería
romana, el Hadrian’s Wall, que dio origen a los asentamientos
urbanos de la región.

Jesús Sánchez Jaén
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