VIAJE A LA ANTARTIDA
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  NAVEGACIÓN 18-28 DICIEMBRE 2010

Nada había despertado tanta expectación antes; mucha literatura…, pero cada viaje a este continente cambiante, cuando de un sol espléndido pasa en pocos minutos a un día cerrado con copazos de nieve o vientos borrascosos, siempre es una incógnita. Me preguntaba si de verdad podría ver aquellas imágenes maravillosas, que días atrás me mandaban los amigos por correo.
Pues sí, valía la pena, la realidad no defrauda, muy al contrario.

Este continente helado debe su nombre a la oposición al ártico (su origen griego arktos), que era lo que marcaba la dirección de la osa mayor y menor, el polo norte. Es la mayor reserva de agua dulce del planeta, la mayor fábrica de hielo.
La historia de los grandes descubridores, aventureros, que desde el siglo XVI, por motivos de ciencia y curiosidad, pero también buscando oportunidades de comercio, llevaron a tantos a arriesgarse, es muy larga. Haré un rápido repaso.

Entre los que vislumbraron, pero no llegaron a tener conocimiento del continente se encuentra James Cook, quien en 1773 cruzó el círculo polar antártico. Después llegarían los balleneros en 1819 esquilmando lo que en el ártico ya habían destruido casi por completo. Las focas y ballenas de las Shetland del Sur y Georgias fueron las víctimas. Gracias en parte a la luz eléctrica, que invalidó la utilización de la grasa para iluminar, se detuvo el exterminio total. Hay que reseñar que los balleneros llevaban con sigilo sus descubrimientos por la competencia comercial, con lo cual hay sombras sobre este periodo.
La gran época de atención a este continente fue de 1894 a 1922. Las peleas de Scott y Amundsen por la conquista del polo sur son por todos conocidas y por lo dura de la aventura hay que mencionar la epopeya vivida por Ernest H. Shackleton, quien durante año y medio se vio aprisionado por los hielos en el mar de Weddel con su equipo de hombres, hundido el barco y demostrando ser un gran estratega para salvar a toda la tripulación, navegando, ya en invierno, en verdaderas cáscaras de nuez y recorriendo espacios helados para buscar auxilio, que al fin les llegó al arribar a una estación ballenera de las Georgias.

Con este brevísimo resumen, dejando sin mencionar cartógrafos, biólogos… os invito a leer la abundante literatura que hay sobre el tema.

Dentro de las curiosidades, es importante destacar la importancia del barco elegido, que permite máxima movilidad, fácil acceso a los lugares, donde el barco anclado deja caer los zodiacs para llegar a las “playas”y poder contemplar a los pingüinos, focas… La ceremonia de descenso del barco, enfundamiento de “camperas”, chalecos, botas de goma, se aprende pronto y se cumple a rajatabla, todo por seguridad. En nuestro caso el buque, chileno, era de dimensiones similares al Hespérides, con carácter de expedición, más que de crucero.

Pero, para disfrutar de este paraiso, antes hay que pasar por el temido paso de Drake, pirata para los españoles, héroe para los ingleses. Las aguas de los océanos imperantes en el hemisferio sur se juntan con las frías que rodean a la Antártica, lo cual, unido a la diferencia en la plataforma continental que rodea América, crea según las borrascas del momento, unas olas increíbles y una sensación de parque de atracciones gratis. Ya sorprende al entrar al barco, que las sillas estén atadas con cadenas y las barras para agarrarse por todos los sitios me recuerden el metro (sólo que aquí es más obligado agarrarse, os lo aseguro)

Como el día es largo, prácticamente hay luz toda la noche, la experiencia de estar subiendo por las montañas nevadas a las 11 de la noche y contemplar un mundo de hielos y de icebergs desprendidos, buscando las pingüineras en las calvas entre la nieve, donde hacen sus nidos, es increíble. Recuerdo un día mágico, con un silencio total por unos minutos, sugerencia de alguno…! Inolvidable! La nieve curiosamente es un fenómeno del calentamiento global, al haber más evaporación.

Visitamos una base chilena, otra inglesa y al final una argentina, quienes esperaban a un barco español, el buque Las Palmas, con un proyecto. Vemos de lejos la base militar española en la isla Decepción, mientras esperamos que el barco del National Geographic que está por la zona, acabe su “landing”. Hay normas estrictas y está controlado el número de personas que pueden arribar a un lugar determinado, con lo cual yo estaba encantada de estar en un barco con 48 personas, 4 españoles, y el resto de 12 nacionalidades, sin turnos para bajar del barco como sucede en otros cruceros.

En todo momento, aún en algunos delicados en que los hielos nos hacían retroceder, pasar por lugares llenos de pequeños icebergs, arrastrados por los vientos, convirtiendo en difícil una navegación que momentos antes no ofrecía ningún problema, hemos podido seguir la navegación desde el puente de mando, viendo las cartas de navegación, las órdenes del capitán, con sistema de puertas abiertas. En estos momentos valoramos lo poco que somos en este medio, que nos marcan el camino las circunstancias meteorológicas y no lo programado.

Podía seguir detallando los colores increíbles de los icebergs, con sus tonos azulados, incluso en días nublados, la sensación de que lo que ves no es más que 1/7 parte del total y que éstos, cuando se van deshaciendo por debajo, al cambiar el punto de gravedad, dan un giro total y aparecen esa formas variadas, podía seguir hablando sobre el ruido de los bloques de hielo al caer, en la bahía Paraíso, que… ¡cómo no ¡ hace honor a su nombre para delicia de los visitantes, que tuvimos la suerte de contemplar con un sol espléndido.

Aparte de gaviotines árticos, albatros, petreles, cormoranes, skúas, pingüinos en cantidad haciendo sus nidos, leones marinos, focas leopardos, focas elefante, ballenas jorobadas; un día, cientos de orcas nos han dado un verdadero festín al rodear el barco a distancia y pegadas al barco, parado para observarlas mejor, todo un récord fotográfico.

El punto de partida de la mayoría de viajes a la Antártida es Usuaia, la ciudad más austral del mundo, en el límite de la gran isla de Tierra del Fuego y junto al canal Beagle, que divide sus orillas entre Chile y Argentina. En esta ciudad, antes y después del viaje, pudimos apreciar su situación estratégica, rodeada de montes nevados. Visitamos el parque de Tierra de Fuego a sólo 12 kms. de la ciudad Y ascendimos a la lengua del glaciar Martel, bajando los 7 kms que lo separan del centro de la ciudad.
Desde el hotel se ve la navegación por el Beagle, y multitud de aves…, un paraíso.

Difícil resumir unos días intensos por las islas Shetland y parte de la península Antártica, donde están asentadas la mayoría de las bases; aunque en verano austral se puede acceder, no es posible la navegación por todos los sitios y como dije al principio, cambian las condiciones rápidamente. En invierno una gran capa de hielo rodea al continente, se duplica ésta, lo que hace completamente imposible llegar por mar y el abastecimiento de los que quedan, pocas bases científicas y alguna militar, se hace exclusivamente por aire.

Quedan muchos temas sin tocar de este continente único, como la historia de los acuerdos, tratados entre los diversos países, os sugiero algunas de las lecturas que me han aportado información.
Mientras el respeto por no dejar absolutamente nada de residuos, ni las bases, ni los visitantes, se mantenga, seguirá siendo una reserva para la humanidad, aunque honradamente pienso que todo barco quemando combustible es una alteración del ecosistema.

Que sigamos pudiendo admirar estas bellezas

Cuaderno de viaje


Para saber más:

- MATHIESSEN, PETER, El fin de la Tierra, Ed. National Geographic.
- NOGUEIRA, CHARO, Viaje a la Antartida, Alianza Editorial.
- CALVO REY, A., La Antártida, catedral de hielo (prólogo de Martinez de Pisón, E.), Ed. Hill dedivulgación científica.
- MARTINEZ DE PISÓN, E. y ALVARO, SEBASTIÁN, El libro de los hielos, Ed. Desnivel.

texto y fotos:
Isabel

Campaña comercio justo

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