CUADERNO DE VIAJE
 VIAJES Y VIAJEROS
Artículos  Clásicos  Diseño de viajes  Documentos  Viajeros  Principal 
-
 
VIAJE A SIRIA Y JORDANIA
Palmira; contraluz
 Texto y fotos:  Carlos Bravo Dura 
Versión en PDF(134 K)
16.6.99 
DAMASCO
18: 15 (19: 15 hora local) Por fin estamos en Damasco, a Pedro le han perdido la maleta donde llevaba las botas de caminar y parte de las medicinas que traía para la familia Chamali (familia de un médico compañero de trabajo de Clara en la clínica). Después de realizada reclamación correspondiente nos vamos al hotel Carlton. Es un hotel bastante bueno y resulta agradable. La situación en la ciudad deja algo que desear: está al lado de unos cuarteles del ejército donde jóvenes sin uniforme montan guardia con los Kalashnikov al hombro. Al parecer esto es una especie de camuflaje o algo parecido. Es nuestro primer contacto con la situación de guerra latente existente entre Siria e Israel.

17-06-99

09: 00 Salimos del hotel y por primera vez vemos la ciudad. A primera vista parece sucia y un poco deprimente. Quizás también se trate del efecto de desconexión de Occidente. Directamente vamos al museo donde Ziad, el guía sirio, se explaya sobre las civilizaciones (más bien pueblos como el mismo dice) que poblaron la antigua Siria. Desde el séptimo milenio antes de Cristo, hablando de ciudades como Ugarit, Ebla, Dura-Europos o la misma Damasco. Realmente parece muy entendido en la materia, parece casi un historiador. Le pregunto a Jesús, nuestro guía de Tierra de Fuego, que me dice que no es historiador, sino que los guías sirios general están todos muy bien preparados. La parte de historia árabe que contiene el museo le interesa menos y la explica mas deprisa. Ziad es armenio y de religión cristiana ortodoxa. En el museo podemos observar una pequeña pieza cerámica cocida del tamaño de un dedo, encontrada en Ugarit, con la inscripción de un alfabeto completo en caracteres cuneiformes. Es el alfabeto completo más antiguo encontrado en el mundo. También hay una buena colección de tablillas de arcilla con el mismo tipo de escritura. Son este tipo de cosas que las que impresionan, no por su belleza, sino por lo que suponen. También está en este museo la sinagoga de Doura-Europos del siglo IV d.d.C., completamente pintada en un estilo similar a las pinturas funerarias de Al-Fayun en Egipto, de las cuales son contemporáneas. Estas pinturas se salvaron, gracias a que la sinagoga estaba situada junto a la muralla de la ciudad, y al derrumbarse parte de esta, la muralla y los escombros protegieron del viento las pinturas. Las pinturas son muy bellas y su estado es admirable.

Pasamos a la salida del museo por la tienda del mismo con intención de comprar alguna reproducción de las tablillas, pero las que hay están hechas en resina y se les ha aplicado por encima un barniz brillante que queda muy feo, decidimos no comprar.

Nos dirigimos a la mezquita de Suleimán el Magnífico, que está al lado del museo. Es una espléndida mezquita del siglo XVI que convive lastimosamente con tres aviones Mig cubiertos de polvo. Al lado de la mezquita está la Madrasa o escuela coránica, que en la actualidad es utilizada como zoco artesanal. En el zoco vimos cómo se realizan las decoraciones con yeso para los paneles de madera de los techos. Al fondo a la izquierda del patio cuadrado de la madrasa encontramos una pequeña tienda donde vendían las tablillas con inscripciones cuneiformes. Esta vez eran de cerámica (como las originales) y dan mucho mejor el pego, además cuestan seis veces menos. Después de recorrer este zoco nos fuimos al zoco principal (Hamediye), que ocupa todo el antiguo cardo romano. Lo cruzamos sin parar en ninguna tienda hasta llegar a la gran mezquita. El zoco tiene aspecto auténtico, ya que apenas hay turismo (al menos en esta época del año) y conservan su interior muchos elementos constructivos romanos reutilizados. En el interior de la mezquita algunos imanes (varios de ellos ciegos) imponen las manos a los que se les acercan. La mezquita está construida usando parcialmente muros y columnas del templo de Júpiter. Cerca de la mezquita está el mausoleo de Saladino, al menos donde dicen que está enterrado. En el interior hay dos catafalcos. El primero, de madera de nogal es el original del siglo XII mientras que el de mármol es una ofrenda del gobierno alemán realizada en el siglo XIX. Según la costumbre musulmana, los cuerpos deben estar en tierra, por lo que se supone que el cuerpo se encuentra bajo ambos catafalcos. 

En una calle próxima Ziad nos lleva a un puesto donde sirven shawarma de cordero y de pollo. Hace bastante calor y estamos cansados por lo que nos sentamos a la sombra un poco alejados de las parrillas eléctricas donde se asa la carne. Todo muy rico, sobre todo los de cordero.

Como todo lo bueno se acaba, desde allí nos dirigimos a San Ananías. Para ello salimos del barrio musulmán y entramos en el barrio cristiano. El cambio es radical, desaparecen una buena parte de las tiendas y del ruido, aunque todo sigue siendo de una precariedad parecida. San Ananías es una pequeña cripta muy sencilla donde descansamos un rato (y nos refrescamos). A la salida de san Ananías y por la calle que conduce a la iglesia hay varias tiendas que venden cajas de taracea (el conocido damasquinado), tejidos de Damasco (de 3,5 y de siete colores), láminas de tipo persa y falsas antigüedades. Como siempre las cosas realmente bonitas e interesantes cuestan lo suyo, y las cosas asequibles no merecen la pena ser compradas. Nos vamos a descansar un rato al hotel.

Para volver al centro, pedimos dos taxis (piratas) en el hotel  y nos pretenden cobrar 150 liras por persona (500 pesetas). Les decimos que no, nos bajan a 100. Se enfadan y se van. Al final salimos a la calle y cogemos un dolmus (furgoneta de transporte colectivo) sin entender nada ni qué ruta lleva. Al rato entramos en el centro de la ciudad y medio nos entienden, entre risas, que queremos ir al zoco. Nos aconsejan que nos bajemos y que cojamos un taxi. Así lo hacemos y finalmente conseguimos llegar al zoco. Total 5 liras el Dolmus y 50 el taxi (para tres) aproximadamente 20 liras sirias por persona. Tras un encuentro con una celebración de una victoria en el fútbol local, que nos encargamos de vitorear adecuadamente, fuimos hacia el  restaurante Omeya Palace, de tipo turco, donde la comida es un buffet libre que nos cuesta, bebida incluida 600 liras sirias. Está todo exquisito. La cena está amenizada con música y danzas sufíes (Derviches).Danzan un padre y su hijo de apenas 7 u 8 años y un joven de unos 20. Terminamos fumando un narguilé –o shisha-.

Regresar a Cuadernos de viaje  1