CUADERNOS DE VIAJE
 
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En un rincón al sur de Nubia

A aquella hora la luz y el viento eran inclementes; la luz porque cegaba en cualquier dirección, sin atisbo de sombra en la que protegerse, y el viento porque al rozar la piel parecía quemarla. Habíamos parado los vehículos a unos cincuenta metros de la carretera, ante un chamizo de dos piezas. Alguien, al descender de los coches, sugirió que el lugar podía ser un bar. Quizá lo era; los estándares de África respecto a los locales comerciales son muy amplios, y ya habíamos visto cosas peores.

Esa mañana habíamos partido de Karima, abandonando la orilla del Nilo para cruzar el desierto en dirección sudeste, hacia el enclave de Meroe, y el trayecto se estaba haciendo más largo de lo esperado.

Costaba acostumbrar los ojos a la oscuridad del interior; el contraste era muy grande. Al principio solo vimos unos cuantos turbantes blancos y poco a poco distinguimos hombres bajo ellos. Al fondo había un grupo de sillas de plástico; en una un viejo dormitaba con el turbante ladeado. La puerta de la izquierda daba a un cuartucho, y junto a ella se arremolinaban varios jóvenes a los que nuestra llegada parecía haber distraído de alguna tarea, o del tedio más bien. Un hombre surgido del cuartucho se dirigió a ellos con voz autoritaria y los jóvenes comenzaron a amontonar unas cajas que estaban en el suelo. El lugar parecía poco acogedor, y las risas de unos niños fuera llamaron nuestra atención. No habíamos visto niños al bajar de los coches, pero ahora una decena se empujaban sin decidirse a entrar en el chamizo.

Como la sombra no era muy confortable salí a curiosear junto a los niños, aunque el objeto de curiosidad fui yo. Las risas subieron de volumen y vi cómo los chicos mayores disputaban por algo. Uno de ellos tenía en la mano un pequeño cazo y los otros querían arrebatárselo. En el forcejeo el cazo se ladeó y su contenido cayó a la arena; era agua. Con presteza uno levantó la tapa de un gran bidón azul y llenó el cazo otra vez. Bebió y lo pasó a otro, que también bebió. Los más pequeños estiraban sus brazos para coger el cacharro, y los más altos se lo alejaban constantemente. Corrían un poco y los pequeños gritaban enfadados, tal vez quejándose porque ellos no bebían. A mí me parecía un juego macabro: ¡impedir que los niños bebiesen!, pero al momento todos reían y volvían a mirar a los extranjeros con curiosidad.

No había otra cosa con la que jugar, y el cazo, con o sin agua, no era más que un juguete en disputa. Los niños, estén donde estén, inventan juegos con cualquier cosa, abstrayéndose del entorno por duro que sea. La broma duró hasta que el hombre con voz de mando salió al exterior y los ahuyentó con gestos poco amistosos. Llamémosle Marwan.

Los chicos corrieron alejándose hacia un punto indeterminado en el arenal sin dejar de reírse. Al lado opuesto unas pocas acacias dejaban en el suelo algo parecido a una sombra y cuatro camellos mordisqueaban sus hojillas. El calor generaba una calima persistente que el poco viento no conseguía diluir, y el aire tenía un tono grisáceo en el que los camellos parecían fundirse. Mi cabeza no aguantaba más aquella temperatura y decidí regresar al chamizo, sofocado y con el pelo lleno de polvo. Dentro Marwan sacaba unos refrescos de lo que parecía ser una nevera, pero por supuesto no estaban fríos. La nevera no estaba conectada a ningún enchufe, y tal vez era un recuerdo de tiempos mejores, o parte de la esperanza en una promesa no cumplida. Porque el tendido eléctrico no estaba lejos; habíamos cruzado bajo él pocos kilómetros atrás en la carretera.

Los nubios están dolidos con el gobierno sudanés por varios motivos, y uno de los más evidentes es el vergonzoso abandono en el que tiene a la población mientras aprovecha los recursos de Nubia. Un par de días atrás, en las cercanías de Karima, pasamos junto a un enorme embalse, el de Merowe, que aprovecha el agua del Nilo para generar electricidad. Sin embargo a muchos lugares de Nubia la electricidad no llega o es muy escasa. Los inversores chinos están construyendo embalses y carreteras con la justificación de que lo hacen para modernizar el país, pero en realidad es para explotar sus recursos con la colaboración del gobierno de Jartum, que ignora los deseos y las necesidades de los nubios...

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Jesús Sánchez Jaén 
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