ROMA
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Un paseo particular

En aquella ocasión regresaba a Roma con el propósito de no dejarme arrastrar a los lugares habituales. Pretendía evitar por todos los medios Piazza Venecia, la Fontana, el Coliseo, el Foro, el Panteón, el Vaticano, Piazza di Spagna, incluso Piazza Navona, pero no estaba seguro de conseguirlo. Eran los días previos a la Semana Santa, y en esa época las masas absorben, atraen, succionan al turista. No obstante puedo aseguraros que hay otra Roma, ni mejor ni peor, pero tan atractiva como la tradicional de las guías y los city tours. Puede que incluso más atractiva. Y sin duda mucho más tranquila.

Porta Asinaria, en la Muralla Aureliana junto a  Porta San Giovanni

Para lograrlo decidí buscar aposento en el entorno de Porta San Giovanni, extramuros. Primer error: Porta San Giovanni es un lugar precioso, obra del siglo XVI encajada en la Muralla Aureliana, pero en su parte exterior las interminables obras del metro tienen levantadas varias calles y plazas. Posiblemente han dado con tumbas y alguna villa junto a la antigua Porta Asinaria. El caso es que el barrio de Porta San Giovanni era un caos de tráfico a causa de las obras.

Salvado el obstáculo enrevesado de las obras, Porta San Giovanni se convirtió en un punto de partida para caminar junto a los muros aurelianos. Un jardín muy agradable separa la muralla de la vía Carlo Felice, intramuros, y al otro lado la cara externa se conserva en buen estado con una larga fila de cubos. Por ambos lados se llega al anfiteatro castrense, un edificio de tiempos del emperador Septimio Severo que formaba parte de una residencia imperial. La construcción de la muralla en el año 271 cortó la residencia y varios edificios adyacentes, y en el caso del anfiteatro se apoyó en él adoptando en este tramo el perfil curvo propio del recinto lúdico.

Anfiteatro CastrenseVarios arcos en la muralla, al lado izquierdo de la curva del anfiteatro, permiten el paso a los coches. Por uno de ellos se alcanzan los jardines de la vía Carlo Felice y la basílica de la Santa Croce, en una plaza tranquila y habitualmente silenciosa. La basílica es barroca, y se alza sobre una capilla bizantina encargada por Elena, la madre del emperador Constantino, para guardar una reliquia de la Santa Cruz. La iglesia barroca y sus jardines conservan numerosos elementos de los edificios clásicos, caso de algunos capiteles.

Por detrás de la Santa Croce la muralla aureliana gira drásticamente en ángulo recto, hasta apoyarse en el acueducto Aqua Claudia. En el punto donde éste se cruzaba con otro acueducto, el Anio Novus, se construyó una puerta de la muralla aprovechando los arcos de ambos acueductos. Es la Porta Maggiore. Junto a ella se encuentran varios monumentos curiosos de la Roma Clásica: la tumba del panadero Eurysaces y la basílica subterránea de Porta Maggiore. Ésta, obviamente, no se localiza a simple vista, pues está bajo las vías del tren, pero puede visitarse por un acceso habilitado en la vía Prenestina.

las calles a la espalda del ColiseoPorta Magiore y su entorno son un lugar atractivo, apartado de las visitas comunes; ese día había logrado mi objetivo. Sentado en un banco miraba el plano de la ciudad tratando de descubrir otros puntos en los que continuar disfrutando de la Roma menos frecuentada. Encontré algo parecido justo al otro lado del Celio, a espaldas del Coliseo. Allí, caminando entre la vía Claudia, la de San Stefano Rotondo y los jardines de la Porta Celimontana se encuentran rincones pausados, jardines y tabernas sin aglomeraciones, y tan solo a unas manzanas del Coliseo. Unas pocas tabernas pequeñas con menú asequible proporcionan una pausa a medio día.

Como el calor apretaba, después del almuerzo crucé la vía Labicana junto al Ludus Magnus y me encaminé al parque que corona la colina Opiana, parte del Esquilino. El parque ocupa casi en su totalidad el solar de las termas de Trajano, de las que quedan unos cuantos restos de buena hechura. Paseando entre el arbolado aparecen lienzos de muro, partes de salas algún día abovedadas, algo de pavimento y unos paneles que recrean la magnificencia del edificio termal. Termas de TrajanoAsomándome hacia el sur contemplaba sonriente las eternas colas para entrar al Coliseo, los vendedores ambulantes a la espera del turista sediento, o despistado. ¿Cómo era posible que solo a unos cientos de metros el ruido fuese un rumor y el griterío no superase las vocecillas de los niños que jugaban en los columpios? Las ciudades se enorgullecen del aumento continuo de sus visitantes, pero nadie reflexiona sobre las incomodidades que eso genera, a los habitantes de la ciudad y a los propios visitantes; y mucho menos se medita sobre las condiciones, cada vez menos agradables, en que se realizan las visitas. Quizá las autoridades de las ciudades más frecuentadas deberían plantearse que cantidad y calidad suelen estar reñidas. Valga esto para Roma, Florencia o Venecia en el caso italiano, y para Granada, Barcelona, Madrid y alguna otra en el caso de España.

Las Termas de Trajano medían 315 x 330 m y marcaron el esquema que luego seguirían los arquitectos en las famosas termas de Caracalla y en las de Diocleciano. Casi a sus pies, parcialmente bajo las escaleras que llevan al parque, se encuentra la Domus Aurea de Nerón, abierta intermitentemente. Sus famosos espacios pintados solo pueden disfrutarse si la suerte, y los avatares burocráticos, así lo disponen. Pero no nos quejemos de mala suerte si encontramos que la Domus Aurea está cerrada; ha sido lo normal en los últimos 20 años. Además allí cerca, a un paso si se me permite decirlo sencillamente, hay muchas más joyas para el disfrute relajado.

Termas de Trajano, alzado ideal
Las termas de trajano (reconstrucción)

A las espaldas del parque, en su lado noroeste, una callecita lleva hasta San Pietro in Vincoli, la iglesia donde se refugia el Moisés de Miguel Ángel. Es cierto que la escultura es uno de los puntos más visitados de Roma, pero como la mayoría de los visitantes llegan, gastan una moneda para iluminarla, hacen una foto y se van, es fácil pararse un rato en la iglesia y ver desfilar turistas agrupados mientras se deja llevar uno por la dureza de la mirada del profeta judío. Miguel Ángel lo creó como un ser mitológico fiero, ceñudo, dispuesto a imponer su ley; tal como una lectura desapasionada del Éxodo nos haría imaginarlo. San Pietro in Vincoli queda silenciosa y en semipenumbra las pocas veces que nadie está admirando la escultura renacentista. En esos momentos la quietud y el frescor invitan a quedarse allí, y si además el sol arrecia fuera, puede dar pereza al viajero cansado salir a pisar otra vez los adoquines romanos.

Una vez en la calle hube de tener la precaución de no dejarme atraer por las numerosas tentaciones que llaman al turista con cantos de sirena: Santa María Maggiore, la vía de los Foros Imperiales o Piazza Venecia están en las inmediaciones. La Vía Cavour desciende rápido hacia los Foros. Un poco antes de llegar a ellos una callecita a la derecha, la vía Tor dei Conti, da la vuelta por detrás del Mercado de Trajano, y por la Piazza del Grillo lleva hasta la Vía Nazionale. Azoteas cerca del mercado de TrajanoEstas callejas, parte de la Roma Medieval, tienen un encanto especial. Cerca de la Vía Nazionale está la entrada al Mercado del emperador hispano. Aquí cedí en mi celo por un instante y una ola de turistas me arrastró a su interior. He de decir en mi descargo que el grupo era numeroso, joven y bullangero, y me atrapó con sus risas femeninas y la curiosidad que sentí ante tantos jóvenes interesados en la Roma clásica.
El mercado ha sido recuperado para las visitas con esmero, y pasear por sus salas y la vieja vía Biberatia, que divide sus niveles, resulta muy placentero; no me arrepentí de haber seguido por una vez el instinto gregario. Desde la plataforma superior de los mercados se ven unas cuantas azoteas con vistas privilegiadas sobre la ciudad. El sol se resistía a caer en el abismo del oeste y las azoteas, moteadas de tiestos, ganaban en atractivo.

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Empecé otra jornada tratando de evitar los remolinos en las cercanías de la Fontana di Trevi; tarea harto difícil, pues allí la marea sube, se instala, se disgrega y es sustituida por otra más grande si cabe en cuestión de minutos. Las calles que llevan a la famosa fuente parecen “vomitoria” de un teatro minutos antes de que empiece la representación; eso a todas las horas del día. La mejor manera de librarse es viajar en el metro a la estación Barberini-Fontana y al salir de ella fijarse en espectacular palacio que llena la manzana. El Palacio Barberini, cuyos jardines se abren a la Vía delle quattro fontane, es una de esas maravillas sin aglomeraciones para disfrutar cuando uno revisita una ciudad. Obra de Bernini, el edificio en sí es de gran atractivo, y suele albergar buenas exposiciones.

Palacio Barberini

Desde allí me dirigí al noroeste con paso firme por la Vía Sistina. Enseguida se llega a la Piazza Trinita dei Monti, en la parte superior de la famosa escalinata de Piazza di Spagna. Hay una buena vista desde allí arriba, no siempre valorada. Algo más adelante por la calle Trinita dei Monti está la Villa Medici, y a sus espaldas el parque de Villa Borghese. Aunque los accesos son complicados, el parque atrae en los días calurosos. Yo desdeñe esta vez el parque y seguí camino hacia la Piazza del Popolo. Allí cogí uno de los tranvías que viajan por la Via Flaminia hasta las inmediaciones de Vila Giulia, un pequeño palacete enmarcado en la zona verde de Villa Borghese. Vila Giulia es el gran museo de la civilización etrusca, antecesora, y a veces rival, de los romanos. A veces muy olvidado, este palacio guarda piezas magníficas, tanto terracotas como cerámicas como urnas funerarias.
A esta parte de Roma nunca llegan las grandes masas, y solo se cruza uno con algún que otro autobús de turistas. Es una parte amansada de la ciudad, pues en cuanto se abandona la Via Flaminia el tráfico es pausado y poco abundante.

jardines tras el mausoleo de AdrianoPara rematar el día no se me ocurrió nada mejor que pasar la tarde en el Trastevere, con una breve parada junto al mausoleo de Adriano. Hay allí, a la espalda de la mole del Castell Sant Angelo, un pequeño y delicioso parque que ocupa el foso de la antigua fortaleza. El sitio es inmejorable para comer unos paninis y pasar tranquilo ese rato de somnolencia después del almuerzo.

 

Después de un pequeño descanso me pareció lo más sensato coger un autobús de los que corren arriba y abajo el Lungotevere hasta la Viale Trastevere o sus inmediaciones. Una vez en el barrio más bohemio de Roma con callejear puede tener uno bastante. Sus rincones y sus plazas dan para mucho.

 

Musicos en Santa Maria in TrastevereUno de los lugares más interesantes es la plaza de Santa Maria in Trastevere. A lo hermoso de la iglesia se une la vida de la plaza, frecuentada por músicos. Aquella tarde, mientras miraba las tiendecillas de las calles próximas, se instaló junto a la fuente un grupo de jazz, con piano y todo. En poco rato llenaban la plaza con un ritmo alegre. Un cucurucho de helado me acompaño mientras los escuchaba.
Este barrio se presta a una visita detenida.
Yo elegí la Via della Scala, dorada con la luz del atardecer. Hasta la Porta Setimiana y el Orto Botanico, otros dos lugares destacados del Trastevere, hay poca distancia. Después de visitarlos se puede terminar el día cenando en alguna de las tabernas de las calles aledañas.

En los días siguientes seguí buscando mi objetivo cotidiano. Roma tiene ciento sde rincones atractivos dignos de una visita pausada. Os animo a pasear por la ciudad buscándolos.

 

 

 


Jesús Sánchez Jaén
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